Siempre recuerdo que fue lo que me enamoró de Central Norte. Lo primero. La imagen que se mete en la cabeza y no sale más. Esa mezcla de colores y sensaciones que nunca más se va a borrar. El primer acto de amor fue la gente, la estructura de base del Club, los cimientos. A muchos nos pasó lo mismo, cuando fuimos solos o nos llevaron a la cancha. Mirar una suerte de euforia colectiva sin frenos que invita a sumarse en cada destello de vida.
A partir de ahí, de ese primer partido al que me llevó mi viejo, los destinos de mi vida están ligados sin ningún tipo de flaqueza y duda a Central. Y este sentido de pertenencia sucede con miles en la provincia.
A veces me preguntaba por qué cada vez habías más Cuervos y Cuervas si las malas nos rodeaban cada año más que las buenas. No lograba entender de manera razonable por qué el sentimiento no se torcía y al contrario, en los momentos más jodidos, era donde más se notaba ese apoyo condicional.
En este Centenario de Central quería escribir sobre la gente, toda la gente. Hoy se escribieron decenas de textos con contenidos históricos, con datos y cientos de anécdotas. Yo creo que el estadio, la sede, y cada centímetro dentro del Club está compuesto por miles de historias personales y grupales. Como un gran rompecabezas donde las piezas son esas personas que llegaron a identificarse y pararse en el mismo lugar.
Central es un club popular, surgido de las entrañas de las vías del tren y de los trabajadores ferroviarios. Central es el fiel reflejo de quién transpira la camiseta en los barrios y en las villas. Es el punto de encuentro del que día a día pelea por el pan y todo le cuesta el doble. En ese momento de liberarse de la presión de la monotonía y el cansancio, aparece el Cuervo y desata un fervor que no es solo una expresión de euforia, es algo más. Es sentirse parte de algo más grande, algo que incluye y que da entidad. Ahí se unen las historias, ahí se unen los gritos y las pulsaciones del corazón.
Todo esto se siente, se experimenta cada lágrima y sonrisa. No existe la televisión acá, tampoco alguien que pueda decirte como llorar o reír. En este ritual cultural y social que se llama Central Norte solo se permite estar, gritar, vivir.
Y acá encontramos la clave de llegar a los 100 años siendo el Club más movilizante de la provincia. Y esto no es una chicana o un dato tirado de los pelos solo para cargar al rival. Es una realidad. No hay nadie en Salta más apasionado que un Cuervo. Los días previos al nueve de marzo encontraron a grupos trabajando en obras (torres de iluminación, pintura de tribunas y paredes, construcción de baño para mujeres), cientos de murales en todos los barrios y provincias, otros grupos generando actividades para los festejos e inclusive colectivos de Cuervas manifestándose y generando acciones sociales, políticas y deportivas.
Todas estas muestras de amor e identidad refuerzan el sentido de pertenencia. Los lazos se generan entre todos. Uno sale de un grupo y se suma a otro. Se multiplican los pedidos de ayuda y planillas de aportes voluntarios. Decenas de rifas y bonos de contribución para un montón de motivos. Central es como una gran estructura humana que se sostiene en dos colores: el blanco y el negro.
Se llega al Centenario de la mejor manera, con un pueblo comprometido y que no abandona al Club, porque el Pueblo es el Club. Con esta gente, con cada uno de ellos, con las agrupaciones, barrios, grupos de amigos, filiales y localidades del interior, con todos ellos, hay Central Norte para toda la vida, hay Central Norte por los siglos de los siglos.
Por Juan José Vargas
Foto Leandro Herrera